Perfeccionismo para la imperfección
Por Lic. Ma. Elisa Lacace Pérsico
Es de resonancia popular la idea de que el perfeccionismo es una cualidad deseable en una persona. Muchos llegan a verlo como un valor que puesto a trabajar marca una diferencia y la excelencia en lo que hacemos. Podemos pensar, por ejemplo, en muchas de las grandes producciones cinematográficas que hemos visto en la pantalla grande, que fueron realizadas por dedicados cineastas que no descuidaron ni el más mínimo detalle, en una conducta casi obsesiva. Ahora bien, ¿hasta qué punto es el perfeccionismo una garantía de excelentes resultados?
Muchas veces, imponernos elevados estándares de rendimiento puede hacer que la tarea a emprender nos resulte muy estresante o que no sepamos ordenarnos en los primeros pasos. La persona perfeccionista puede sentirse desbordada por tan ambiciosa labor y termina por desistir después de hacer el intento (o inclusive antes). También hay casos en donde el perfeccionista puede avanzar con muy buenos resultados, pudiendo materializar el proyecto propuesto y obteniendo satisfacción en lo que hace. ¿Qué es lo que distingue un caso del otro?
Es fundamental tener en cuenta que hay muchos rasgos de personalidad que pueden resultar un gran recurso en algunas situaciones, y un gran obstáculo en otras. En el primer punto, se trata de características que resultan adaptativas, esto es, nos sirven como herramientas para llevar adelante nuestra vida cotidiana, los objetivos vitales y los asuntos a resolver. Tal como la palabra lo indica, son herramientas que nos permiten adaptarnos a nuestro ambiente, en el sentido de desarrollar habilidades que nos permitan funcionar mejor en él, realizando los cambios que nos propongamos y siendo flexibles cuando la situaciones lo requieran. En el segundo punto, cuando un rasgo de personalidad se convierte en un obstáculo más que en un recurso a favor, decimos que se vuelve desadaptativo, esto es, que no sólo no nos ayuda a adaptarnos al contexto sino que se vuelve una dificultad para obtener los resultados que buscamos. Nos volvemos rígidos en lo que atañe a ciertos asuntos y nos cuesta amoldarnos a las circunstancias.
Decimos que alguien tiene un nivel de perfeccionismo desadaptativo cuando es desmedido, dado que la exigencia autoimpuesta es tan elevada que la persona siente que nunca está a la altura de sus propias expectativas. Las metas propuestas son irrealizables, ya sea porque no son compatibles con las condiciones reales, o porque se planifican con la intención de materializarlas todas a la vez y con excelentes resultados al mismo tiempo, lo que se vuelve una misión imposible. Esto resulta en una sensación de frustración constante y en donde siempre se está en falta, con lo cual el emprendimiento y/o desarrollo de ciertos proyectos puede resultar una tarea costosísima. La sensación permanente es la de no ser lo suficientemente bueno, o de “no estar a la altura”. La persona se bloquea y se queda detenida por su propia autocrítica, por no estar conforme con lo que imagina sobre su propio desempeño.
¿Quiere decir esto que ser perfeccionista es algo negativo? No necesariamente. En su justa medida, el perfeccionismo puede conducirnos a un muy buen rendimiento y a resultados sumamente satisfactorios, basados en un empeño por hacer las cosas bien pero también siendo flexibles cuando el escenario lo requiere. Esto es, moderar las expectativas en función del contexto, en función de nuestras herramientas y los recursos disponibles.
“Ok, licenciada, ya la leí. Acabo de concluir que padezco de perfeccionismo desadaptativo. Siento que no hago las cosas bien, nunca estoy a la altura de mis metas, cuando materializo algo no lo disfruto, y vivo posponiendo proyectos. ¿Estoy condenado?” ¡A no desesperarse! A los que sientan que sus elevados estándares de desempeño les funcionan más como un obstáculo que como un valor agregado que les permite marcar la diferencia, les puedo sugerir varias cosas. En primer lugar, es fundamental que puedan cuestionarse qué tan realizables son las metas que se proponen alcanzar, ya sea por las características que presentan o por su contexto. ¿Hasta qué punto son viables? ¿Cuáles serían las condiciones óptimas; cómo se supone que deberían ser? ¿Existen tales condiciones? Si no existen, ¿están a nuestro alcance? Poder dudar de una exigencia que puede llegar a ser desmedida, es clave. Ser tolerantes con las propias frustraciones, cuando las cosas no salen como se espera, también. Estos factores, sumados a un cuestionamiento de nuestra autocrítica, que en ocasiones puede ser cruel, son algunos de los puntos a desarrollar para que el perfeccionismo pueda funcionar de manera más adaptativa. ¿Esto implica convertirnos en mediocres, o conformarnos con menos? En absoluto. Se trata de desarrollar habilidades para no quedarnos detenidos en el camino hacia nuestros objetivos, y pudiendo alcanzar resultados satisfactorios.