Reflexiones de un año inolvidable
Por Lic. María Elisa Lacace Pérsico
Los efectos del Covid-19 en la vida de las personas han sido de lo más diversos: muchos han perdido seres queridos, ya sea por contagio o por el profundo pesar efecto del aislamiento; otros han perdido su trabajo o han tenido que adaptarse a las modificaciones en su dinámica laboral. También están quienes han encontrado nuevos empleos a partir de las “oportunidades” producto de la pandemia. Los osados que buscan impulsarse a nuevos desafíos, probablemente se hayan sentido frenados por una poderosa fuerza invisible. Detenidos durante meses y con pocas alternativas al alcance, nos preguntábamos “¿hasta cuándo?” “¿Cómo será el regreso a la vida normal?”.
La cuestión del aislamiento probablemente sí haya sido celebrada por quienes estaban estresados por las elevadas demandas del entorno. También por las personas más evitativas, para quienes la vida social o el movimiento fuera de sus hogares implica un significativo nivel de ansiedad y sensación de vulnerabilidad. Con el aislamiento obligatorio, o casi obligatorio en algunos lugares, han dejado de sentirse expuestas a las “amenazas” del afuera.
De lo que no podemos tener dudas, es que ya sea por habernos sentido limitados o frustrados, o por haber transitado una profunda sensación de alivio por la falta de exigencia o la pausa en los mandatos externos, el 2020 ha sido un año que nos dio la oportunidad de alcanzar una conciencia mayor sobre nosotros mismos. Esta sensación de freno, ¿no nos hizo acaso visibilizar cuáles son los asuntos fundamentales para nuestra existencia? ¿Nos sorprendimos al descubrir que cuestiones que considerábamos relevantes, no lo eran en realidad? ¿Qué cosas que antes considerábamos intrascendentes, pudimos develar ahora como centrales en nuestra vida?
Una valiosa moraleja es que por más que planifiquemos y tracemos proyectos, no todo está bajo nuestro control. Por otra parte, a pesar de lo doloroso que todo este proceso haya podido resultar, no caben dudas de que funcionó como una suerte de despertador: ya no pudimos mirar más hacia otro lado. Los autoengaños se volvieron insostenibles. ¿Cómo nos sentimos con nuestros vínculos? ¿Qué tan conformes estamos con las elecciones que hemos hecho, qué significan nuestros planes? ¿Qué hacemos con nuestro tiempo?
Diciembre suele ser un mes de balances y diálogos internos. Nos hacemos propuestas para el año entrante. Qué vida tenemos y hasta qué punto nos gusta; qué vida nos gustaría tener. Lo que hagamos con nuestro tiempo seguirá dependiendo de nosotros, en combinación con los acontecimientos mundiales y con la perspectiva que elijamos para transitarlos.
A modo de cierre, transmito mis palabras de orgullo para los pacientes que se aventuraron a hacer psicoterapia en el 2020 y pudieron capitalizar su recorrido, y de aliento para quienes ya están cansados y necesitan patear el tablero a fin de encarar el ciclo que inicia con otros ojos. A todos ellos, les digo que si bien éste habrá sido un año para el olvido, no podemos negar que el 2021 nos encontrará más conscientes, y con mayor apertura para encontrar las oportunidades que pueda ofrecernos…¡salud!