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Desarrollo personal

La importancia de conectarnos con la gratitud

Por Lic. María Elisa Lacace Pérsico

Buscamos la autosuperación en una sociedad competitiva que nos enseña a ir por más. Ahora bien, ¿qué efectos puede producir en nuestra mente estar siempre enfocados en aquello que nos falta?

Comienza un nuevo año, que para muchos no es más que una mera sucesión de fechas en el calendario. Para otros significa un reinicio, una pausa, o, por qué no, una nueva oportunidad.

Mirar hacia adelante nos conecta con nuestros anhelos, nuestras aspiraciones y materias pendientes. Nos preguntamos qué estamos haciendo con nuestra vida, ¿queremos que siga así? ¿Nos gustaría convertirla en otra cosa? Pensamos en nuestro tiempo y en nuestros sueños perdidos, o en los que no están perdidos pero aún no llegan. ¿Se trata de esperarlos, se trata de salir a su encuentro? ¿Cuánto hemos hecho para avanzar en esa dirección? 

Algo que suele mantenernos vivos es ese impulso de ir por más, de movernos hacia adelante. ¿Qué cosas nos motorizan? ¿Hacia dónde intentamos ir cuando accionamos? 

Esta motivación, este deseo, es algo inherente al ser humano: constantemente buscamos lo que nos falta (o lo que creemos que nos falta). Si bien los colegas que puedan estar leyendo estas líneas podrían pensar que el año nuevo me ha reconectado con el espíritu de Jacques Lacan, el punto que quiero enfatizar es que para muchas personas las “ganas de vivir” y la experiencia interna de bienestar se encuentran estrechamente ligadas a la concreción de proyectos, a los resultados exitosos, y a seguir yendo por más.

Pero, licenciada, ¿acaso eso está mal?

No está mal, pero si nuestro foco de atención se concentra mayormente en lo que no tenemos y en lo que sigue quedando pendiente, corremos el riesgo de caer en un estado de insatisfacción crónico que nos haga perder de vista las cosas favorables que sí hemos alcanzado, o que por algún motivo están presentes en nuestra vida. Quedar fijados en este punto puede resultar problemático.

Cierren los ojos por un instante. Piensen en todos los proyectos que han quedado detenidos o frustrados por la pandemia del Covid-19. Piensen en qué cosas de sus vidas les gustaría cambiar, con cuáles no están conformes. Lleven la memoria a ese momento en el que sienten que han hecho una mala elección o que han tomado un camino equivocado. ¿Qué emociones aparecen? ¿Son agradables? ¿Cómo se siente vivir cuando estos pensamientos dan vueltas de manera casi constante? Cuando este tipo de pensamientos pasan a un primer plano se convierten en un problema, porque perdemos de vista todo lo demás.

Estar pensando de manera casi permanente en lo que nos falta nos puede llevar a establecer un circuito de pensamiento negativo: nunca estamos complacidos, nunca arribamos a la situación “ideal”. Cuando esto es reiterado a lo largo del tiempo, nos quedamos fijados a un rígido punto de vista en donde siempre estamos insatisfechos, maximizando las cosas negativas y minimizando las positivas. Y aquí tenemos todas las chances de empobrecernos porque…siempre nos va a faltar algo. Una mirada negativa escaneando faltas y grietas de manera sistemática y continua incrementa de manera significativa la ansiedad y el estrés, y nos vuelve más propensos a la depresión.

¿Qué otras cosas tienen estrecha relación con una buena calidad de vida? El disfrute, la realización de actividades placenteras, y una acción comprometida con aquello que es valioso para nosotros. La motivación y el deseo de estar vivos no pasa solamente por materializar objetivos, sino por asegurarnos de que al menos parte de nuestra rutina diaria se ocupe también con actividades que nos resulten significativas y que no necesariamente tengan que ver con la productividad. Esto disminuye el estrés, nos protege de la depresión y contribuye a nuestra salud mental.

Cuando pensamos en las cosas que nos gratifican y/o por las que estamos agradecidos, establecemos circuitos de pensamientos positivos. Para estimularlos, sirve mucho observar nuestra realidad: ¿qué cosas hay en ella que consideramos valiosas? ¿Cuáles son las personas que han influenciado nuestra vida de manera positiva, y por qué? Piensen en las cosas que disfrutan de su día a día. Puede ser un simple momento de placer cotidiano, como degustar algo sabroso, darse un buen baño, o una conversación con alguien querido. ¿Cuáles son sus lugares favoritos? ¿Cómo se siente estar allí? Lleven su memoria a alguna situación en la que hayan experimentado una alegría inmensa, o en donde se hayan reído mucho…¿sienten la gratitud?

– Licenciada, ¿no será que esta nota es en realidad una maquillada apología al conformismo?

Nada más erróneo: el espíritu de estas líneas es que mantengan su anhelo de “ir por más”, pero sin que esa misión los deje ciegos. Que sigan despiertos, conectados. Quizá no se trate solamente de alcanzar objetivos, sino de tener presente las cosas por las que estamos agradecidos, mientras que accionamos hacia una dirección.

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